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Las teorías conspirativas en EE.UU. llegan a la alta política

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Las teorías conspirativas han existido desde hace mucho, pero durante los últimos años este fenómeno ha franqueado un umbral tras el que ilusiones, ficción o engaño han empezado a obstaculizar la gobernación eficaz y a crear riesgos sanitarios.
En 2008, nadie en Estados Unidos contrajo el sarampión y 13.278 personas sufrían de tos ferina.
 
En 2013, las cifras fueron de 276 y más de 24.000 respectivamente.

Los médicos atribuyen estos cambios a la cantidad decreciente de personas que se someten a vacunación, en  gran parte por la convicción de que los doctores y  las  compañías farmacéuticas  ocultan la verdad sobre los riesgos de la inmunización para mantener sus ganancias.
Las narrativas de conspiraciones son más habituales en el discurso público que antes. Parece que hemos cruzado un umbral  

Entre las teorías conspirativas más populares se encuentran la de que George W. Bush asesinó a miles de personas orquestando el 11-S, que la Presidencia de Barack Obama es ilegal por haber nacido el mandatario en Kenia o que los estándares de educación que están siendo adoptados por varios gobernadores son parte de un complot comunista anticristiano para transformar a los niños en homosexuales.

La cantidad y el  impacto de estas teorías han alcanzado unos niveles no vistos anteriormente, en parte gracias a la omnipresencia y rapidez de las comunicaciones mediante Internet, Twitter y  las redes sociales en general.

"Las narrativas de conspiraciones son más habituales en el discurso público que antes. Parece que hemos cruzado un umbral", comenta Eric Oliver, un profesor de ciencia política de la Universidad de Chicago, citado por la revista 'Newsweek'.

Los temores por la llamada Agenda 21 son el ejemplo principal. Se trata de una declaración de intenciones firmada en 1992 bajo los auspicios de la ONU por el entonces presidente George H.W. Bush y otros 177 líderes mundiales, interesados en gestionar el desarrollo urbano y el uso de la tierra de manera que se reduzca al mínimo el impacto sobre el medioambiente.

El documento fue tratado por varias organizaciones extremistas como un esfuerzo de la ONU y el Nuevo Orden Mundial para hacerse con la propiedad privada, promocionar la causa comunista y aplastar la disidencia.

Según algunas teorías, se elaborarán mapas de lugares donde se permitirá la residencia humana a modo de guetos, los árboles tendrán los mismos derechos que las personas y las compañías eléctricas vigilarán a sus clientes.

A día de hoy la Agenda 21 es evocada en todo EE.UU. cada vez que un panel de urbanización trata de adoptar planes de desarrollo que tengan en consideración el impacto medioambiental. 

Como resultado, proyectos como la construcción de una autopista en el estado Maine, la restauración de un criadero de ostras en Virginia y la instalación de trenes de alta velocidad en Florida han sido abandonados.

Incluso propuestas para construir caminos de bicicletas se encuentran con protestas de vecinos  que alegan siniestras conspiraciones internacionales.     

Pero el alcance de estas creencias no se limita a la gente común y corriente.

"Las teorías conspirativas atraviesan el abanico ideológico", afirmó el profesor Oliver, enumerando a varios políticos estadounidenses, tanto demócratas como republicanos, en cuya retórica el tema de las conspiraciones ocupa una parte significativa. 

Orígenes 


Frecuentemente, cuando algunos políticos sugieren que sus oponentes están involucrados en actividades maliciosas, dicen que simplemente tratan de plantear preguntas que merecen ser consideradas, una buena manera de dar inicio a las teorías de la conspiración, según los expertos.
 Las teorías de la conspiración ayudan a restaurar el sentimiento de control y orden  

"Es una herramienta retórica muy poderosa porque no requiere ningún contenido, solamente hay que poner una historia oficial en tela de juicio", explica Karen Douglas, coeditora de British Journal of Social Psychology e investigadora de teorías conspirativas de la Universidad de Kent.

A menudo las teorías conspirativas son generadas por grupos marginales cuya información es después adoptada por fuentes más fiables antes de alcanzar los medios de comunicación.

La organización no gubernamental de defensa de derechos civiles Southern Poverty Law Center citó el ejemplo de la Conspiración Aztlán, que supone que México está planeando secretamente la invasión de EE.UU. para recuperar los siete estados del suroeste.

El centro determinó que el origen de la teoría estaba en un grupo radical antiinmigración de una docena de estadounidenses. 

La idea fue siendo adoptada y promocionada por grupos más grandes hasta ser mencionada por Lou Dobbs, anteriormente un célebre presentador de la CNN.

Aunque puede parecer que los partidarios de estas teorías son personas inestables o ignorantes, los expertos afirman que estas convicciones son adoptadas en todos los niveles sociales por personas que buscan poner en orden el caos de la vida.

"Hay varias razones por las que el mundo circundante parece desordenado y caótico. Las teorías de la conspiración ayudan a restaurar el sentimiento de control y orden", comentó Brendan Nyhan, un investigador de Dartmouth.

Según varios expertos, la probabilidad de que una persona crea en cierta conspiración es alta si ya cree en otras conspiraciones.

Según la compañía encuestadora Public Policy Polling, el 28% de los estadounidense creen en una conspiración de una élite secreta  para dirigir el mundo mediante un gobierno autoritario global, el 15% creen que el Gobierno usa tecnologías de control mental en la televisión y el 14% aseguran que la CIA  está detrás de la llegada masiva a los barrios pobres urbanos de crack  en los años 80. 

Convicciones arraigadas


No es fácil disuadir a los partidarios de las teorías conspirativas de seguir creyendo en ellas.

Presentar pruebas de la falsedad de una u otra teoría solo genera una mayor convicción de los adeptos, que refuerzan su creencia en que tienen razón.

"La reacción suele ser: '¿Por qué lo negarían si no fuera verdad?'. En otras palabras, el desmentido demuestra la veracidad de la teoría", explica Cass Sunstein, profesor de la Escuela de Derecho de Harvard.

Según él, si alguien trata de rebatir los argumentos de los seguidores de teorías de la conspiración, en particular en redes sociales, da lugar a la obsesión de que está involucrado en el complot y es acusado de estar intentando detectar a los críticos del Gobierno para tomar medidas contra los disidentes.    
 
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