Las integrantes de la brigada Al Jansa se visten, como el resto de las mujeres en Raqqa, con 'niqab' y guantes, pero completan su atuendo con fusiles kaláshnikov y tienen autoridad para castigar a cualquier mujer que infrinja la 'sharia', la ley islámica, informa 'The Daily Mail'. Y la realidad es que cumplen su misión con el máximo celo. Ninguna mujer puede salir a la calle o viajar si no va acompañada de un familiar masculino. El código de vestimenta exige que las mujeres lleven hasta dos vestidos negros largos para ocultar la forma del cuerpo, guantes negros para cubrirse las manos y tres velos para que su rostro no pueda ser visto bajo la luz solar directa.
Una exmaestra siria que logró escapar de la ciudad contó en una entrevista a Channel 4: "No tenemos libertad. No podemos salir al balcón ni asomarnos por la ventana. Arrestan a una mujer si usa perfume o levanta la voz. La voz de la mujer no debe oírse". La maestra fue una de las víctimas de la 'Gestapo femenina' del EI. "Me dijeron que se me veían los ojos a través del velo. Me torturaron. Me ataron. Ahora algunos de ellas castigan a mujeres golpeándolas. Te dejan escoger entre recibir golpes o latigazos". Varias mujeres fueron enterradas vivas en la arena por violar la ley, indica el periódico.
Ser una integrante de la brigada Al Jansa se considera un privilegio entre las mujeres que entraron voluntariamente en las filas del Estado Islámico. Según el diario, unas 60 mujeres de la 'Gestapo islámica' son británicas. Tienen un salario de hasta 160 dólares mensuales, una cantidad que en esta zona se considera una fortuna. Otra competencia de la brigada es la administración de los burdeles donde las jóvenes secuestradas en las ciudades vecinas y en los territorios iraquíes satisfacen a los combatientes del EI en calidad de esclavas sexuales.
No obstante, no todas las que llegan a estas tierras con intención de unirse al Estado Islámico terminan en la brigada policial, sino que la mayoría de las 'voluntarias' van directamente a trabajar a los burdeles o, si tienen suerte, se casan con algún militante que (como ocurre con frecuencia) al cabo de poco tiempo se divorcia de ellas, y se convierten en 'esposas en cadena'. Pero siempre con la aprobación de un clérigo islámico, escribe el periódico.