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'Esfumarse' y no volver más: Un extraño fenómeno de la sociedad japonesa

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Numerosos nipones 'tiran la toalla' y toman una decisión que cambia para siempre sus vidas y la de sus seres queridos.
'Esfumarse' y no volver más: Un extraño fenómeno de la sociedad japonesa

La larga lista de excentricidades culturales de Japón cuenta con inusuales y extrañas prácticas como el autoaislamiento social –hikikomori–, la depresión y el suicidio masivo, o las singulares cafeterías de animales exóticos. Pero tal vez una de sus costumbres menos conocidas afecta a las 'personas que se esfuman', según un análisis publicado por 'New York Post'.

Se estima que desde mediados de los años 1990, cerca de 100.000 japoneses desaparecen voluntariamente cada año. Se trata de personas que no pueden afrontar la vergüenza de haber perdido su empleo, un divorcio, grandes deudas o simplemente haber suspendido un examen en la universidad.

Es el caso de Ichiro, que vivía junto a su esposa y su hijo en la próspera ciudad de Tomoko, a las afueras de Tokio, hasta que un día las cosas no salieron como planeaba. La familia enfrentó una fuerte crisis económica y decidió acabar con ella vendiendo todas sus posesiones. Empacaron sus cosas y se marcharon… para siempre. De esta forma, han evitado afrontar la vergüenza ante la sociedad. Ichiro reconoce, sin embargo, que la suya ha sido una medida "cobarde".

"Mírenme, no soy nadie"

Norigiro es un hombre de 50 años que vive ya una década 'desaparecido'. Cuando se esfumó había perdido su trabajo. Sintió mucha  vergüenza al verse obligado a contárselo a su familia, por lo que decidió continuar con su vida como si nada hubiese pasado. Se levantaba todas las mañanas, desayunaba, se despedía de su esposa e hijo y se pasaba todo el día sentado en su vehículo, sin hablar con nadie y sin comer.

Transcurrido algún tiempo, sus familiares comenzaron a sospechar, y al sentirse culpable de no tener más dinero para mantenerlos, decidió desaparecer sin previo aviso. Prefiere pensar que su familia cree que se quitó la vida en Aokigahara, conocido como 'el bosque de los suicidios'. Ahora vive con otro nombre, en una habitación sin ventanas, bebiendo y fumando sin parar. "No quiero que mi familia me vea en este estado. Mírenme, no soy nadie. Si muero mañana, no quiero que nadie me reconozca", confiesa.

Ciudades enteras de 'almas perdidas'

Buscando evitar sus problemas, los japoneses se mudan a otras ciudades como Sanya, un suburbio del distrito de Tokio donde la población cuenta con empleos mal remunerados y vive en pequeños hoteles en los que se prohíbe hablar a partir de las seis de la tarde. Algunos lo llaman 'una sociedad dentro de otra sociedad'.

En Japón es ilegal que la Policía acceda a la información financiera y a los movimientos bancarios de sus ciudadanos. Además, no existen bases de datos nacionales de desaparecidos, ni documentos de identidad que permitan hacer un fácil seguimiento a las autoridades. Esto, sumado a la vergüenza que sienten los familiares de los 'esfumados' hacen que los casos no se reporten a la Policía. Tampoco acuden a investigadores privados por el precio que esto representa, especialmente para aquellos que han perdido al sustento de la familia.

La desaparición voluntaria de personas se ha convertido en otro de los problema sociales para un país que cuenta con un índice de suicidio 60% mayor que el promedio mundial y en el que entre 60 y 90 personas se quitan la vida diariamente.

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