Los amigos de Milei y el mundo unipolar
El pasado 12 de noviembre se hizo pública una carta firmada por "nueve expresidentes y un premio nobel" en la que mostraban su apoyo al candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei, de cara al balotaje que tendrá lugar el próximo 19 de noviembre en Argentina.
El comunicado mantiene la estructura de un cuento, con presentación, nudo y desenlace, que busca, como todo cuento, transmitir una moraleja. No debemos olvidar que, en efecto, este comunicado lo avala nada más y nada menos que un premio nobel de literatura.
No podemos dejar de advertir que nos encontramos ante un texto argumentativo con una finalidad confesa: hacer campaña por uno de los candidatos dentro de un proceso electoral. Y a su vez, no debemos confundir argumentación con demostración, es decir, con un proceso encaminado a probar la verdad, sino más bien con un proceso destinado a persuadir a un público determinado. En este caso busca convencer a un doble público: por un lado, el electorado argentino; pero, sobre todo, a la entendida como "opinión pública" internacional, la cual facilita imponerse a los mandatos ciudadanos y hacer caer gobiernos -o al menos intentarlo- desde fuera.
Todos los candidatos que se baten en una contienda electoral desarrollan durante su campaña estos mismos mecanismos. Sea un candidato progresista o conservador. Se trata de transmitir un mensaje simple que fuerce al elector a asumir el desenlace inevitable que le presentas. La diferencia y lo destacable de este caso es la presencia de esta alianza internacional que, sobre el relato coyuntural de una campaña electoral, nos vierte otro relato ya de carácter global y por tanto nos invitan a una campaña política que se encuentra en una escala superior a esta.
"La casta" y el cuento electoral
La lógica aplicada a la campaña electoral de Milei ha sido la de presentarse como la novedad, que se enfrenta a lo establecido, lo que llamó "la casta". Esta casta, lejos de ser las clases oligarcas de Argentina, o las deudas internacionales que le subyugan como país a intereses extranjeros o a tener que aplicar las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) que desangran a su pueblo, se sintetizan en su cuento electoral de culpar de todos los males al kirchnerismo.
Argentina es un país que alcanzó cierto grado de desarrollo capitalista, limitado por la dependencia extranjera (...) Esta situación afectó al desarrollo de las clases populares argentinas.
Más allá del microrrelato presentado por este comunicado, la realidad de la polarización argentina a nivel histórico es otra. En primer lugar, Argentina es un país que alcanzó cierto grado de desarrollo capitalista, limitado por la dependencia extranjera, primero en relación con Gran Bretaña y después promovido por otras potencias, desde EE.UU. a las multinacionales españolas, entre otros. Esta situación afectó de forma determinante al desarrollo de las clases populares argentinas, pero también a su clase industrial, limitándola como burguesía compradora y frenando el desarrollo de una burguesía nacional. Estos elementos también han afectado a la propia pugna sobre la definición nacional de la Argentina y ha propiciado que el peronismo, esa corriente patria tan compleja de la argentinidad, se identifique tanto con las clases populares como con la necesidad de construcción de una Argentina soberana.
El llamado kirchnerismo, es decir, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, coinciden con un fenómeno de carácter regional y con la incipiente transformación de la pugna geopolítica internacional. Por un lado, el ascenso de los llamados gobiernos progresistas latinoamericanos, fruto del agotamiento de los regímenes previos y de la recuperación de la reclamación histórica de una integración latinoamericana para el desarrollo.
El llamado kirchnerismo, por tanto, es algo genuinamente argentino, pero enmarcado en un proceso regional y global de cambio.
Por otra parte, la emergencia económica de otras naciones en el mundo que dan el pistoletazo de salida a la pugna entre el mundo unipolar constituido tras el fin de la Guerra Fría y el incipiente nuevo orden multilateral.
El llamado kirchnerismo, por tanto, es algo genuinamente argentino, pero enmarcado en un proceso regional y global de cambio, y aunque la vinculación con Sergio Massa es una falacia de manual -es por todos conocido su enfrentamiento histórico con este sector-, es cierto que el kirchnerismo, sobre todo en su dimensión ideológica acorde a los tiempos y pugnas actuales, sigue teniendo y va a tener un rol fundamental dentro del movimiento popular en Argentina y, por tanto, de la capacidad de acumulación de fuerzas para cualquier gobierno que se imponga. La sombra de lo que significa en sentido estratégico el kirchnerismo podrá estar al lado del gobierno o frente a este, pero lo que está claro es que va a estar presente. Por lo tanto, no es casual la estrategia de fijar como el "malo" de este cuento a esta corriente que, con razón, los firmantes del comunicado tanto temen.
La alianza de la derecha global
Aunque podemos establecer un recorrido histórico más extenso, la reciente alianza entre los sectores de la derecha latinoamericana, europea y estadounidense, tienen una fecha clave en el año 2002, cuando nace la Fundación Internacional para la Libertad, presidida por Mario Vargas Llosa. El hechicero de la tribu, como le llama el intelectual argentino Atilio Borón en su libro del mismo nombre. Esta fundación sirve de escenario de encuentro para distintos think tanks de la derecha y extrema derecha conservadora en la esfera occidental, incluyendo América Latina y, siendo precisamente esta región, el punto referencial durante el inicio del siglo XXI como respuesta reaccionaria a los procesos de transformación que se estaban produciendo. Han tenido un rol fundamental en las acciones de injerencia contra países soberanos como Venezuela, Cuba, Nicaragua o Bolivia, en los procesos de 'lawfare' contra políticos en Brasil o Argentina, así como para el ascenso de distintos presidentes afines como Mauricio Macri, Sebastián Piñera o Jair Bolsonaro, en Argentina, Chile y Brasil, respectivamente.
A su vez, esta fundación se vincula con otras, surgidas en otras localizaciones, como la Fundación Disenso, think tank vinculado al partido político Vox en España, cuyo Foro Madrid, cerró el 2020 con un manifiesto (La carta de Madrid) donde invitaban a generar una estructura permanente y un plan anual de acción. Esta carta fue presentada en primer lugar al entonces presidente de EE.UU., Donald Trump. En este encuentro, además, se destacó la creciente incorporación de la presencia europea, como la de Marion Maréchal-Le Pen, nieta de Jean-Marie Le Pen, que, enfrentada a la moderación reciente del Partido Frente Nacional, liderado por su tía Marine, abrazó las filas del partido reaccionario francés llamado Reconquista.
La atomización social en Occidente y la lucha política entendida como un mercado de identidades cada vez menos colectivas y enfrentadas entre sí, ayuda a que la "banalización del mal" se haya convertido en un referente de "rebeldía" y cambio, y que Mario Vargas Llosa pueda afirmar sin temor que "la corrección política es enemiga de la libertad". Sin embargo, no podemos dejar de señalar que nos encontramos ante una impostura. Ese ni siquiera es el debate.
La alianza internacional de los sectores más conservadores del statu quo del mundo unipolar enfrenta, por un lado, una táctica diferente a la empleada por los sectores liberales del mismo, cuyo referente internacional es el Partido Demócrata de los EE.UU., pero persiguen el mismo fin.
La estructura de alianza de la derecha conservadora internacional facilita la proyección de candidatos a nivel mediático, la financiación de campañas electorales, y en última instancia, genera la propaganda internacional necesaria para garantizar la injerencia en contra de países que transitan hacia una nueva soberanía multilateral. Exactamente igual que su variante liberal.
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