Los entresijos de Donald Trump, Panamá y Groenlandia

Carmen Parejo Rendón

Las declaraciones de Donald Trump en torno a la idea de invadir Groenlandia y Panamá reflejan el continuo deseo de EE.UU. de asegurarse el control sobre territorios estratégicos en un contexto donde su hegemonía está siendo claramente cuestionada.

Sin embargo, estas apuestas del electo presidente estadounidense, que tomará posesión de su cargo a principios de enero del próximo año, se presentan como inviables tanto a nivel legal como a nivel político, ya que Panamá y Dinamarca son dos aliados internacionales de este país. Con todo, las declaraciones están en sintonía con la historia intervencionista del país norteamericano, con la retórica predilecta de Donald Trump hacia su electorado de "una América grande" (lo que también implica una América fuerte e incluso autoritaria) y presentan posibilidades de agudización de conflictos y posible desestabilización en dos zonas determinantes para las conexiones internacionales, como son el Ártico y Centroamérica.

El interés en Groenlandia

La isla de Groenlandia, rica en recursos naturales como minerales, petróleo y gas, es considerada un punto clave en la expansión de la influencia global, debido a que su ubicación estratégica la convierte en un eslabón fundamental en el control de las rutas comerciales del Ártico. En esa dirección, el interés de Trump por Groenlandia, un territorio autónomo integrado en Dinamarca, se enmarca dentro de la creciente competencia por el control y acceso a las rutas de navegación del Ártico, que además están aumentando debido a las consecuencias del cambio climático, como es el deshielo de la región.

Las declaraciones de Trump reflejan el continuo deseo de EE.UU. de asegurarse el control sobre territorios estratégicos.

La Ruta Marítima del Norte, una ruta comercial estratégica que recorre las aguas del Ártico conectando los océanos Atlántico y Pacífico a través de la costa norte de Rusia, puede reducir los tiempos de viaje de un 30-40% en relación a la ruta tradicional por el canal de Suez para el comercio entre Europa y Asia y su vez, conecta con rutas marinas más amplias hacia Asia o América del Norte.

Además, recordemos que Rusia es el país con la frontera ártica más extensa, desde la península de Kola en el oeste hasta las islas de Siberia en el este, controlando por ello una gran parte de esta vía fundamental de comunicación, por lo que también es de interés de EE.UU. aumentar su presencia en la zona, sobre todo en sentido militar, para su estrategia de cerco a Rusia.

En ese sentido, ya hemos visto pasos en esa dirección en los últimos años. La base militar de Thule, ubicada precisamente en Groenlandia, es un ejemplo claro de la importancia que la isla tiene para EE.UU. y su estrategia tanto desde una perspectiva comercial como militar y coercitiva, para evitar rutas alternativas al control estadounidense. Así debemos enmarcar tanto la propuesta de compra de la isla a Dinamarca en 2019, como el exabrupto de una invasión, aunque esta sea, de entrada, altamente improbable.

Sin embargo, un escenario posible es que EE.UU. aproveche las tensiones históricas entre Dinamarca y Groenlandia para incrementar su influencia en la isla. Recordemos que el reino de Dinamarca mantiene la soberanía sobre Groenlandia, pero que la relación entre Copenhague y la isla ha sido históricamente compleja, con tensiones sobre el grado de autonomía que debe tener esta isla del Ártico.

Si EE.UU. lograra manipular estas tensiones o aprovechar el descontento en Groenlandia, podría crear condiciones propicias para una mayor influencia política y económica sin la necesidad de recurrir a una adquisición formal. Esto podría tomar la forma de alianzas estratégicas o acuerdos bilaterales con Groenlandia directamente, o a través de ejercer una mayor presión sobre Dinamarca para aceptar condiciones acordes a los intereses estadounidenses.

Un escenario posible es que EE.UU. aproveche las tensiones históricas entre Dinamarca y Groenlandia para incrementar su influencia en la isla.

Panamá en la mira

Similar es el caso de Panamá. Recordemos que fueron precisamente los intereses estadounidenses los que estuvieron detrás incluso de la propia creación de este país, un territorio que hasta 1903 pertenecía a Colombia.

La idea de crear un paso para conectar el Atlántico y el Pacífico, permitiendo a los barcos ahorrar un mes de navegación y no tener que atravesar los peligrosos cruces del Estrecho de Magallanes o el Canal de Drake, se remonta al siglo XVI. Pero no será sino hasta 1881 cuando una empresa francesa se hizo cargo de esta obra, con la colaboración de Ferdinand de Lesseps, creador del Canal de Suez. En 1889 esta empresa quebró, y el presidente estadounidense Theodore Roosevelt hizo una propuesta para que su país se hiciera cargo de la construcción del canal, cediendo la gestión del mismo en exclusiva a los EE.UU. y fue así que como Colombia no estuvo de acuerdo, el vecino del norte aupó la creación de grupos de carácter independentistas en el territorio. De esta manera, Colombia perdió el istmo y EE.UU. obtuvo la administración exclusiva del Canal a través del Tratado Hay-Bunau Varilla.

Debido a las presiones en aumento de la población panameña, en 1977 se firmaron los Acuerdos Torrijos-Carter, que establecieron la devolución de la soberanía de la zona del Canal a Panamá a partir de 1999.

Donald Trump se acoge ahora a la cláusula V de este Tratado, que establece que para garantizar la seguridad del canal se autoriza a EE.UU. a intervenir militarmente en el país si se produjeran desórdenes internos o una agresión externa. Si bien esta cláusula obliga a consultar a las autoridades panameñas antes de ninguna intervención, no sería la primera vez que EE.UU. invadiese Panamá, ya que lo hizo en 1989.

En sus recientes declaraciones, Donald Trump exigió a Panamá reducir el precio de los peajes a los barcos estadounidenses si no querían ser invadidos, aunque estos costos se establecen por la capacidad y carga de los buques, y no por su nacionalidad.

Y a su vez, el próximo presidente estadounidense señaló a China, "denunciando" las supuestas relaciones entre las autoridades del canal y el país asiático. Lo cierto es que Panamá tiene acuerdos comerciales con China, al igual que los tiene con otras naciones, pero como señaló el presidente panameño, "no hay soldados chinos en el canal".

Paradójicamente, lo que sí hubo en otras épocas, y Trump amenaza con su retorno, es precisamente soldados estadounidenses.