América Latina 2020: elecciones, plebiscito, cambios y retos de gobiernos
América Latina se mueve. Elecciones presidenciales y parlamentarias, un plebiscito, alternancia de gobiernos y crisis económicas y humanitarias marcan un año en el que, una vez más, defender y sostener la democracia será uno de los principales objetivos.
La intensa agenda arranca el próximo domingo con las elecciones parlamentarias en un Perú que el año pasado, al igual que ocurrió en otros países de la región en un periodo particularmente convulsionado, sorprendió con una crisis institucional. El 30 de septiembre, el presidente Martín Vizcarra disolvió el Parlamento de mayoría opositora. La respuesta del Congreso fue destituirlo del cargo por 12 meses, resolución que no avanzó. El conflicto amainó gracias, en gran parte, al apoyo de la mayoría de la población a Vizcarra en un país que tiene un largo historial de líderes políticos sumidos en el desprestigio. El presidente ganó la pulseada, el Parlamento se mantuvo cerrado y ahora los peruanos deberán participar en unas elecciones extraordinarias en las que elegirán a 130 congresistas para el periodo 2016-2021. Será apenas un anticipo de las presidenciales previstas para el próximo año.
En Uruguay se vienen cambios drásticos. El próximo 1 de marzo, el izquierdista Tabaré Vázquez le entregará la banda presidencial al derechista Luis Alberto Lacalle Pou. Los conservadores vuelven al poder después de haber ejercido 15 años como oposición y traen bajo el brazo una serie de estrategias que modifican alianzas políticas. Una de ellas, por ejemplo, es dejar la neutralidad en el caso de Venezuela y reforzar las críticas y condenas al gobierno de Nicolás Maduro. Lacalle ya prometió que no va a derogar la legalización de la marihuana, el aborto y el matrimonio igualitario, parte de la herencia progresista que recibe pero, por otra parte, promoverá un mayor acercamiento con Estados Unidos en medio de las campañas en las que Donald Trump buscará la reelección.
El 26 de abril las miradas estarán puestas en el plebiscito de Chile, el país en el que el estallido social del año pasado hizo crujir el espejismo neoliberal. Ese domingo, los chilenos deberán decidir si quieren una nueva Constitución y, en caso de que así sea, qué tipo de órgano debe redactarla. La convocatoria fue la manera que encontró el presidente Sebastián Piñera de amainar la crisis, pero llegará debilitado por completo a la consulta: con denuncias de crímenes de lesa humanidad registradas durante las represiones a las protestas populares ordenadas por su gobierno y un 6,0 % de aprobación. A estas horas, es el presidente peor calificado de la historia democrática chilena y carece de legitimidad y apoyo.
Una semana después, los reflectores apuntarán a Bolivia. El 3 de mayo se realizarán las elecciones presidenciales con las que se intentará que el país recupere el sistema democrático que perdió con el golpe de Estado sufrido por el gobierno de Evo Morales el 25 de octubre. Fue la culminación de los reclamos por las irregularidades de los comicios en los que el presidente había anunciado una nueva y cuestionada reelección. La ultraderecha se apoderó violentamente del Estado, mientras que Morales se refugió primero en México y luego en Argentina, desde donde lidera la campaña del Movimiento al Socialismo. Apenas este fin de semana, el propio Morales anunció que su exministro de Economía Luis Arce y el líder indígena David Choquehuanca serán los candidatos del MAS a presidente y vicepresidente.
El 17 de mayo será el turno de República Dominicana. La elección general permitirá votar por presidente, vicepresidente, diputados, senadores, alcaldes y regidores, entre otros cargos, lo que implicará una renovación completa de los poderes Ejecutivo y Legislativo. Por ahora las encuestas son lideradas por el opositor Luis Abinader, del Partido Revolucionario Dominicano (PRM). De acuerdo con las últimas cifras publicadas, le ganaría en una segunda vuelta a Gonzalo Castillo, candidato del oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y exministro del presidente Danilo Medina, quien termina sus dos periodos de gobierno que comenzaron en 2012.
El broche de oro electoral latinoamericano será Venezuela. Los comicios en los que se sustituirán todos los escaños de la Asamblea Nacional, hoy con mayoría opositora, están previstos para el 6 diciembre, aunque en este país nunca nada está garantizado. Las tensiones exceden fronteras y la región se divide entre los aliados y enemigos de Maduro, el presidente que, en medio de presiones internas y externas y documentadas denuncias de violaciones a derechos humanos, aspira a completar su mandato previsto hasta el 2025. Para lograrlo, será fundamental la integración de un poder legislativo que, como otros órganos en el país, padece de anomalías institucionales como la reciente crisis en la que Juan Guaidó se autoproclamó presidente de la Asamblea Nacional, mismo cargo que se adjudicó a Luis Parra.
Aun sin elecciones de por medio, habrá que seguir los cambios que se vivirán en Colombia luego de los comicios del año pasado que permitieron renovar a gran parte de la clase política, proceso que tiene uno de sus principales emblemas en Claudia López Hernández, la nueva alcaldesa en Bogotá, la primera mujer en ocupar un cargo que es el más importante del país después de la Presidencia. La politóloga y activista por los derechos de la diversidad sexual ya se convirtió, además, en la primera alcaldesa abiertamente homosexual de América Latina. Y por si algo faltaba para innovar, después de su triunfo electoral se casó con su novia, la senadora Angélica Lozano.
El caso de López contrarresta el avance de los grupos ultraconservadores que alcanzaron uno de sus máximos logros en la elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil. Aunque su popularidad va en caída y es reprobado por más de la mitad de los brasileños, al mandatario todavía le restan tres de sus cuatro años de un gobierno que se ha caracterizado por su xenofobia, racismo, discriminación, machismo, homofobia, permanente violencia verbal, nula diplomacia, violaciones a los derechos humanos y reivindicación de las dictaduras militares. Pero incluso Bolsonaro tiene sus límites y parece que uno de ellos es el nazismo explícito. La semana pasada tuvo que destituir a su ministro de Cultura, Roberto Alvim, después de que citara en uno de sus discursos a Joseph Goebbels. Fue una más de las tantas crisis de imagen a nivel nacional e internacional que de manera recurrente provoca el gobierno brasileño.
En los extremos norte y sur del Continente, los ahora aliados México y Argentina enfrentan diferentes retos.
Las exigencias sociales hacia Andrés Manuel López Obrador, que todavía goza de altos niveles de popularidad, se incrementarán en su segundo año de gobierno. El presidente no ha logrado atemperar los crecientes niveles de violencia ni la crisis humanitaria en la que ya se acumulan más de 60.000 desaparecidos, así que los resultados de su gestión en 2020 serán cruciales rumbo a las elecciones parlamentarias de 2021 que coincidirán con el inédito referéndum revocatorio en el que los mexicanos decidirán si quieren que López Obrador continúe en el cargo hasta el 2024, periodo para el cual fue elegido, o si prefieren que deje la Presidencia.
En Argentina, el tema central es la economía. En su primer año de gobierno, el presidente peronista Alberto Fernández deberá renegociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) la histórica deuda de 57.000 millones de dólares que le heredó Mauricio Macri, el expresidente que también le dejó un contexto de crisis económica, inflación récord y empobrecimiento. Revertir este escenario será todo un desafío.
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