El próximo 21 de febrero Bolivia asistirá a las urnas para definir si permite una nueva repostulación de Evo Morales Ayma, una vez que finalice su actual período presidencial. Es decir: un sí en las urnas lo habilitaría a competir en 2019, y no de forma indefinida, como pretenden mostrar, con mala intención, determinados medios de comunicación hegemónicos del continente. ¿Cuál es el contexto, local y regional, de esta decisiva elección? ¿Por qué el factor económico puede ser decisivo para el referéndum? ¿Qué carta jugará la oposición, acostumbrada a perder frente al evismo?
Evo Morales ha orientado el inicio de su campaña a mostrar los logros de su gestión, principalmente en las variables macroeconómicas del país, de las más estables del continente, y a difundir lo que será el Plan de Desarrollo Económico Social que busca implementar entre el año próximo y cinco años venideros, con fuertes inversiones en servicios básicos y comunicaciones. La derecha boliviana, en tanto, solo orienta a “regionalizar” la elección, visto y considerando los recientes triunfos de agrupamientos conservadores en Argentina -presidenciales- y Venezuela -parlamentarias-. Estas son, a esta hora, las dos estrategias en relación al histórico referéndum que Bolivia afrontará el próximo 21 de febrero.
"Aunque no aprueben finalmente nuestra reelección, no importa. Hicimos historia gracias al pueblo boliviano”, aseguró Morales, buscando mostrarse alivianado frente a un panorama regional que comienza a complejizarse para las fuerzas progresistas, nacional-populares y de la izquierda. El antecedente directo sobre su figura es un contundente 61.3% de apoyo en las elecciones presidenciales de 2014, pero a la vez hay que decir que 2015 significó la primera gran derrota del MAS en su histórico bastión, El Alto, donde triunfó Soledad Chapetón. Por ende, Morales trata de no subestimar los comicios, analizando todas las variables desplegadas alrededor de la elección. La última encuesta de 2015 le brindó confianza: el 65% de los bolivianos aprueba su gestión, de acuerdo a la consultora Tal Cual y a la Red ATB, y sólo un 32% la desaprueba, con un 3% de indecisos. Por ello, el reciente “hasta la Embajada de EE.UU. sabe que vamos a ganar” repetido en los estudios de Bolivia TV expresa que, si bien mantiene cierta cautela, sabe que su fuerte siempre fueron las urnas.
En este punto es interesante retomar algunas ideas planteadas por el vicepresidente Álvaro García Linera, en una reciente entrevista con el periodista Víctor Hugo Morales. Allí Linera sentenció con claridad que “la clave de la izquierda latinoamericana se juega ante todo en la economía. En la capacidad de plantear, de defender, de conquistar, de proponer a su país, a su pueblo, un modelo de economía distinta a la neoliberal. Y un modelo de economía que sea sostenible a largo plazo”. Algo similar había explicado en su exposición ante el ELAP (Encuentro Latinoamericano Progresista) de Quito, cuando alertando sobre “una fase de estancamiento extremadamente peligrosa” de la izquierda regional, manifestó que “cuando estamos en la oposición, lo esencial consiste en producir ideas que generen esperanza y encarnarlas. Una vez en el poder, todo eso sigue siendo necesario, pero también hay que mostrarse capaz de gestionar la economía. La respuesta de los revolucionarios latinoamericanos a este desafío va a determinar su destino”.
Indudablemente la ponderación de las variables económicas tendrá un rol destacado en la campaña que ya se inicia en Bolivia. Esa es una fortaleza para el presidente, quien instala la idea de “estabilidad” como primordial para el futuro boliviano. Además, la lucha que Morales emprendió en torno a la salida al mar para Bolivia -litigio que se encuentra en La Haya, quien ha aceptado la demanda- es vista por analistas e intelectuales como otro de los puntos fuertes del actual presidente boliviano. Se trata, ni más ni menos, que del liderazgo más importante que ha tenido el país andino en toda su historia: meses atrás superó a Andrés de Santa Cruz (9 años y casi 9 meses) como el presidente que más tiempo ocupó en el Palacio Quemado.
Para la oposición el desafío es grande: no sólo corre con desventaja en las encuestas, sino también en términos de representatividad, a tal punto que el principal promotor del “No” es un perro llamado “Petardo” y no Samuel Doria Medina o Tuto Quiroga, ex candidatos presidenciales con baja imagen positiva en el país. Por ello sólo les queda apelar al “efecto rebote” tras las elecciones en Argentina y Venezuela, que por primera vez en muchos años legitimaron en las urnas a la derecha regional. ¿Sucederá lo mismo en Bolivia? ¿Alcanzará la “ola de la derecha”, si es que puede llamarse así, para evitar un nuevo triunfo de Evo? Falta para la respuesta. De momento, inicia la campaña electoral para el mes y medio que resta a los comicios.