Estados Unidos y China están en guerra… comercial (arresto de Meng Wanzhou) y nadie puede negar que ese puede ser un estadio previo a una confrontación mayor. Sobre todo, si atendemos a la conocida 'trampa de Tucídides' por la que una potencia emergente y una consolidada terminarán enfrentándose. Trampa que se ha cumplido con una precisión casi asombrosa desde que fuera descrita en la Guerra del Peloponeso (siglo V a. C.).
China hoy es una potencia emergente mundial y ese axioma se encuentra en la génesis de las primeras escaramuzas con Estados Unidos. Discusiones que tienen su reflejo en el mundo militar y en los intereses geopolíticos: China tiene un Ejército cada día más potente y unos objetivos cada vez más definidos.
En las últimas décadas, China ha pasado de ser el 2% de la economía mundial en 1980 a ser el 18% en 2016 y EE.UU. ha pasado de suponer el 50% tras la II Guerra Mundial al 22% en 1980 y el 16% en la actualidad. Este drástico cambio a nivel económico también ha sido acompañado de una modernización y reestructuración militar de China. Y también de Rusia. Ambas potencias han actualizado de forma más que considerable sus ejércitos, lo que les ha llevado a acercarse al poderío militar norteamericano. Y discutirlo.
El creciente poder militar chino
Esta modernización militar ha provocado la alarma en diferentes analistas por el poderío militar y económico chino. Por ejemplo, Harry Harris, líder del Mando del Pacífico de Estados Unidos (PACOM), afirmó que China podrá desafiar pronto a Estados Unidos en todos los campos de batalla, la revista Time plantea cómo evitar la guerra y la BBC cuáles han sido los avances militares que han provocado la preocupación norteamericana. Hoy pocos dudan que China ya es un rival a tener en cuenta.
Más allá de las manifestaciones hay unos datos objetivos. En primer lugar, el presupuesto militar chino está mucho más cercano al norteamericano de lo que podría parecer, pues aun siendo un tercio del estadounidense (entre 140.000 y 200.000 millones de dólares por 600.000 millones), su masa salarial es notablemente inferior y en los últimos años (de 2007 a 2016) se ha incrementado casi en un 120% mientras que el norteamericano se ha contraído en un 5%.
En segundo lugar, China ha demostrado su poder militar con la presentación de material bélico avanzado que podría competir con el norteamericano. Desde un caza de quinta generación como el J-20 con nuevos misiles aire-aire hasta el formidable acorazado Type-55, el dron chino CH-5 (y el CH-7) o el carro de combate ZTZ-99. Por si fuera poco, China ya trabaja en la construcción de un tercer portaaviones (Estados Unidos tiene diez), cuenta con una flota submarina de primer nivel y una flota que potencialmente puede superar a la de Estados Unidos en 2030, ha robotizado el vetusto carro de combate ZTZ-59 y ha realizado ejercicios con drones aéreos y acuáticos.
En tercer lugar, China se está abriendo paso en el mercado armamentista. Cada día vende más armas (ha aumentado sus ventas un 38% respecto a 2008-2012) y a más países (48 entre 2013 y 2017). Por ello, China es el quinto exportador mundial de armas, aunque solo posee una cuota del 5,9% del total mundial (Estados Unidos tiene un 34% y Rusia, un 22%). Estas ventas generan ingresos y, sobre todo, aumentan la influencia china en el mundo (Pakistán, Bangladés y Argelia fueron sus principales clientes). La base del aumento de venta de armas chino se encuentra en su capacidad de vender armamento tecnológicamente muy cercano al norteamericano a precios más asequibles. En muchas ocasiones a mitad de precio.
En cuarto lugar, como ha ocurrido con Rusia, China ha emprendido en las últimas dos décadas una reestructuración profunda de sus fuerzas armadas, transformando una estructura militar gigantesca, pero obsoleta, en un moderno Ejército que cada vez está más actualizado en cuanto a material, equipamiento, procedimientos, tácticas y técnicas. Para ello, el Ejército de Liberación Popular ha despedido a 300.000 militares y ha castigado a 13.000 oficiales por corrupción, lo que ha permitido redimensionar sus fuerzas y regenerar sus estructuras. También se ha aumentado la importancia de la Armada, las Fuerzas Aéreas y las unidades cibernéticas en detrimento de las fuerzas terrestres: China ha evolucionado desde un ejército de interior hacia un ejército de intervención.
En quinto lugar, China ha anunciado la apertura de su primera base militar fuera de sus fronteras (Yibuti) y ha comenzado la fortificación del Mar de China Meridional. La base naval de Yibuti, aunque su objetivo militar sea la lucha contra la piratería, aportará a las Fuerzas Armadas chinas una experiencia militar que hasta la actualidad estaba reducida a decenas de ejercicios y misiones internacionales (la última guerra que libró China fue en 1979 en Vietnam). Además, aumentará de forma considerable la capacidad de proyección, sobre todo porque la base de Yibuti no será la única, sino la primera base militar de una proyección militar que pretende llegar a ser mundial.
La fortificación del Mar de China Meridional constituye una exhibición de fuerza considerable. Se trata de siete islas artificiales fortificadas construidas (cerca de su finalización) en el disputado Mar de China Meridional. Pero, además, China ha usado también de músculo financiero, pues aunque el tribunal de La Haya dio la razón a Filipinas en la disputa, ha conseguido que este país no proteste internacionalmente por la fortificación de las siete islas con inversiones y préstamos por valor de al menos 6.000 millones.
Todo ello se manifiesta en una mejora de la capacidad china de A2/AD (Anti-Acceso y Denegación de Zona) que ha permitido por primera vez en décadas que un país impida o dificulte la libre circulación militar de Estados Unidos en el Pacífico. Además, a medida que la proyección china crezca, la capacidad de libre circulación militar sin riesgo de los norteamericanos disminuirá (previsiblemente también en Asia). Esto generará un mayor equilibrio militar a nivel mundial, aunque difícilmente se espera que haya una confrontación abierta. Sobre todo, porque podría ser la última.
En cambio, conflictos no parece que vayan a faltar en ningún caso. En las últimas fechas hemos asistido a un aumento de la tensión por la compra de armas rusas por parte de China (cazas Su-35 y misiles S-400), saltándose el embargo impuesto por EE.UU. con motivo del conflicto ucraniano. Acción que ha sido respondida por EE.UU. con la venta de armamento a Taiwán por valor de 330 millones de dólares, armas que se añaden a los 1.400 millones vendidos por Donald Trump a este país con anterioridad. Si Obama hacía lo posible por reducir la tensión con China y, por tanto, la venta de armas a Taiwán, Trump ha optado justamente por lo contrario.
En cualquier caso, James Stavridis, ex alto mando militar retirado de EE.UU. y la OTAN, afirmó que no pensaba en una confrontación militar con China porque "nuestros intereses son mucho más propensos a converger (Corea del Norte, cambio climático) que a divergir y nuestras economías están profundamente entrelazadas" (China es el mayor socio comercial de Estados Unidos). Según este exmilitar y analista, China y Estados presumiblemente no se enfrentarán frontalmente, pero sí competirán de forma "feroz". Situación que, para este analista, sitúa a China (y Rusia) como uno de los principales elementos de riesgo para el poder mundial de Estados Unidos y justifica que este mismo año los chinos fueran excluidos de los ejercicios militares liderados por Estados Unidos en el Pacífico (RIMPAC).
Los intereses militares chinos
Por tanto, no parece que los objetivos de China actualmente se centren en un conflicto armado abierto, sino en la expansión militar. Por ello, sus máximas prioridades serán:
- Consolidar su poder en el Pacífico para mejorar su protección y proyección.
- Aumentar su influencia en Asia para ocupar un papel preferencial en Oriente Medio y el Sudeste Asiático.
Contrariamente a lo que se podría esperar, a ambos objetivos ha contribuido enormemente Donald Trump, cuya política exterior en ocasiones se cimienta en decisiones muy difíciles de comprender y justificar, como el abandono de las alianzas en el Pacífico o la retirada de tropas de Afganistán y Siria anunciada recientemente.
Mientras China se expande y Donald Trump decide de forma muy peculiar, queda por ver si la potencia dominante es capaz, por primera vez en la Historia, de evitar la confrontación aceptando el cambio.