EE.UU. y su 'imperio del bien': ¿qué sería de nosotros sin Washington velando por la democracia?
El caramelo para la población de Morón de la frontera es la creación de puestos de trabajo en una zona con un 30% de paro; una vez más, vendemos nuestra alma al diablo por unas migajas
¿Que sería de nosotros sin EE.UU. velando por el correcto y democrático proceder del resto de los países del mundo? ¿Y cual ha de ser nuestro deber sino colaborar con ellos ofreciéndonos en cuerpo y alma y satisfaciendo sus necesidades de expansión para tamaña empresa?
La base aérea de Morón de la Frontera (España) ha pasado a ser permanente, y nuestro gobierno, con su ministro de Defensa al frente, lo exhibe con orgullo; es como ese niño pequeñajo, acomplejado y medio lelo que alardea de ser amigo del abusón del colegio a cambio únicamente de cederle a este el almuerzo y dejarse dar un par de collejas de vez en cuando.
Y es que en este país, si hay algo que hacemos bien es atender con pleitesía y reverencias a los extranjeros... a los extranjeros con poderío económico y/o militar, se entiende. De hecho el caramelo para la población de Morón de la frontera es la creación de puestos de trabajo en una zona con un 30% de paro; una vez más, vendemos nuestra alma al diablo por unas migajas, pero ¿qué se le puede reprochar al desempleado de esta zona que espera con ansia un trabajo del que vivir? Nada evidentemente, y de esto se vale nuestro gobierno, que ha contado en esta ocasión con el beneplácito del PSOE.
Que sí, que en Guantánamo no se respetan los derechos humanos, pero oye, si su presidente, premio Nobel de la Paz, lo permite, por algo será ¿no?
En el siglo XVI, con Felipe II, se decía que en el imperio español nunca se ponía el sol. De eso hace ya mucho tiempo, pero al parecer nuestro ejecutivo aún lleva en su ADN el deseo de hacernos súbditos de un nuevo imperio, el imperio yanqui. Ya no es suficiente con pertenecer a la OTAN; a los sucesivos gobiernos que hemos tenido en España lo que realmente les ha excitado ha sido ser útiles a EE.UU., porque al fin y al cabo ¿quiénes han sido los buenos en todas las guerras en las que, muy a su pesar por supuesto, se han visto obligados a participar? ¿Quiénes son los adalides de la verdad y la democracia? Y, sobre todo, ¿quienes son los más duros y honestos en las pelis de acción hollywoodienses? Que sí, que en Guantánamo no se respetan los derechos humanos, pero oye, si su presidente, premio Nobel de la Paz, lo permite, por algo será, ¿no?
Obviamente no. EE.UU. impone por la vía militar, pasando por encima de la OTAN y de la ONU si es necesario, su criterio, y detrás de ello no hay más que unos cada vez peor ocultos intereses económicos. Aleccionan moralmente y exigen al resto del mundo la democracia que ellos se saltan 'a la torera' cuando lo consideran oportuno aplastando los derechos de quienes se enfrentan a ellos mientras, con un cinismo obsceno, los califican de terroristas (¿Quiénes sino ellos han sido los mayores terroristas a lo largo de la historia?).
Pero lo del gobierno español es digno de estudio. España cede a cualquier petición de EE.UU. pese a que, por ejemplo, estos aún no han dado ninguna explicación por el asesinato del periodista José Couso mientras cubría la guerra de Irak desde el Hotel Palestine. Los gobiernos que hasta ahora hemos sufrido, quizá merecidamente, los españoles, lejos de resistirse a los encantos de la Coca-Cola y los BigMac, se han plegado a los deseos del imperialismo estadounidense con la docilidad propia de quienes se sienten fascinados por el 'sueño americano'. ¿Y qué es el 'sueño americano' sino ese 'In God we trust' insertado en su moneda? ¿Quién es sino el dólar su único Dios verdadero?
La soberanía nacional en España reside en la UE y EE.UU. y los españoles somos objeto de la estafa electoral de limitarnos a elegir a los portavoces en nuestro país de ambos imperios; somos súbditos de dos grandes potencias que nos manejan a su antojo, y me entristece observar cómo nos mantenemos en la autocomplacencia de creernos, así, seguros en manos de los dos matones del mundo. De esta manera nos convertimos en cómplices de sus 'civilizadas' atrocidades.
Pero supongo que el loco sigo siendo yo.
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