A lo largo de la Guerra Fría, la OTAN se proclamaba como una alianza defensiva. Sin embargo, esto ni era verdad en aquellos tiempos, ni lo ha sido tampoco desde entonces, y las intervenciones y cambios de régimenes que ha promovido con sus acciones militares, desde Yugoslavia hasta Libia, así lo demuestran.
El 4 de abril de 1949, sus doce países fundadores -Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido- firmaron en Washington el Tratado del Atlántico Norte.
El 18 de mayo 1950, los cancilleres de estas naciones firmaron el documento con el que se formaban las estructuras permanentes de la Alianza Atlántica.
Tras el desmantelamiento en 1991 de la respuesta socialista a la OTAN -el Pacto de Varsovia-, la Alianza no solamente continuó su existencia, sino también expandió su membresía y presencia geográfica y usurpó el papel de la ONU abiertamente interviniendo en la exYugoslavia, comenzando en Bosnia en 1994 y lanzando una guerra contra lo que quedaba de Yugoslavia en 1999, una operación que derivó en la posterior ocupación de Kosovo.
La OTAN también participó en la guerra de Estados Unidos en Afganistán desde 2001. No se unió oficialmente a la invasión ilegal de Irak en 2003, aunque muchos de sus países miembros optaron por unirse a la 'Coalición de la voluntad' impulsada por George W. Bush.
La acción militar más abierta de la OTAN desde 1999 fue su intervención de 2011 en Libia. Apenas unas horas después de que el Consejo de Seguridad de la ONU autorizara el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre el país norteafricano el 19 de marzo de aquel año, EE.UU., Francia, Reino Unido y Canadá comenzaron a lanzar ataques aéreos sobre su territorio.
La Alianza asumió oficialmente el mando de la guerra el 31 de marzo bajo la llamada Operación Protector Unificado, durante la cual se realizaron 26.500 vuelos hasta la muerte del gobernante libio Muammar Gaddafi en octubre.
Expansión al Este de Europa
En 1990, el entonces secretario de Estado de EE.UU., James Baker, prometió al líder soviético Mijaíl Gorbachov que la OTAN no avanzaría "ni una pulgada hacia el este" si Alemania se reunificaba, pero la coalición atlantista hizo exactamente todo lo contrario.
Polonia, Hungría y la República Checa fueron aceptados oficialmente a la OTAN en marzo de 1999, pocos días antes de que los aviones de combate de la Alianza comenzaran a bombardear el territorio yugoslavo.
Bulgaria, Rumanía y Eslovaquia se adhirieron en 2002. El último país del antiguo Pacto de Varsovia en unirse fue Albania, en el 2009. La coalición se expandió también hasta las antiguas repúblicas yugoslavas de Eslovenia, Croacia y Montenegro, así como a las antiguas repúblicas soviéticas de Estonia, Letonia y Lituania, llegando así la OTAN a las mismas fronteras de Rusia.
Como si eso no fuera suficiente, la OTAN siguió extendiendo su influencia hacia Georgia y Ucrania. Creyendo que tenía las espaldas guardadas por la OTAN, el entonces presidente georgiano, Mijeíl Saakashvili, atacó a las fuerzas de paz rusas en la disputada región de Osetia del Sur en 2008. Su Ejército, entrenado por la OTAN, fue derrotado en seis días. La OTAN ha seguido coqueteando con Georgia desde entonces, aunque parece que el actual Gobierno de Tbilisi no tiene ansias de otro enfrentamiento con Moscú.
Amenaza fantasma
La escalada más reciente de las tensiones con Rusia comenzó en 2014, después de un golpe de Estado en Ucrania en febrero respaldado por EE.UU.. Desde entonces, las tropas de la Alianza han establecido bases en el extremo oeste ucraniano, y han estado proporcionando armas, ayuda y entrenamiento a militares y neonazis para "contrarrestar la agresión rusa".
Bajo el pretexto de "disuadir a Moscú", la OTAN también ha establecido bases militares permanentes en los tres Estados bálticos, Rumanía y Polonia, y llevó a cabo una serie de ejercicios militares masivos en la frontera con Rusia. El canciller ruso, Serguéi Lavrov, condenó reiteradamente la acumulación de tropas cerca de las fronteras de su país, diciendo en febrero que Washington está utilizando una "amenaza imaginaria rusa" para garantizar su dominio sobre Europa.
El comportamiento de la OTAN desde la década de 1990 muestra no solo que se ha convertido en un organismo agresivo y expansionista, sino que también está al servicio de las prioridades de la política exterior de EE.UU.