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Cómo la organización de familias campesinas en Argentina logró ofrecer verduras baratas para el pueblo

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La Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) ha sido noticia por regalar, en lugares clave del país, kilos de verdura como forma de protesta.
Cómo la organización de familias campesinas en Argentina logró ofrecer verduras baratas para el pueblo

Son cinco millones de argentinos los que no acceden a una alimentación básica. La declaración de la 'emergencia alimentaria' ya tiene la aprobación de la Cámara de Diputados, solo falta el Senado. La mitad de los niños y niñas del país son pobres y se proyecta una inflación de un 50 % para fines de 2019. En medio del crítico contexto económico se potencian las formas de organización popular. Entre ellas, la Unión de Trabajadores de la Tierra: nuclea 16.000 familias campesinas y —a la vez— ofrece una cadena de producción y comercialización propia para que los productores ganen y los consumidores reciban productos agroecológicos a un precio razonable.

"Somos el gremio de los trabajadores de la tierra, somos una organización de masas, de miles y miles", dice Nahuel Levaggi, coordinador nacional. Lo cuenta a RT sentado en un banquito mientras toma mate y come una pizza hecha por y para los compañeros y compañeras. Estamos en el Almacén de la UTT del barrio de Almagro, en Ciudad de Buenos Aires. A unos metros, pilas de cajones con verduras, huevos envueltos en papel de diario y yerba de una cooperativa del interior esperan clientes que llegan del barrio y de un poco más lejos también. 

Un poco más acá, más cerca de donde charlamos, se preparan para una charla organizada por la secretaría de Género, una de las cuatro que conforman la organización. Las otras son  Agroecología, Lucha por la Tierra y Comercialización. De todo eso estamos a punto de conversar. 

La UTT nació hace una década por La Plata, Provincia de Buenos Aires. Según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), se trata del cordón hortícola más grande del país y abastece al principal centro de consumo de la Argentina (Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Gran Buenos Aires). Hablamos de un mercado superior a los 11,5 millones de habitantes.

Fue ahí a donde llegaron un grupo de compañeros con trayectoria en militancia en otros espacios (el movimiento piquetero, entre otros). "Empezamos a organizarnos en función de mejorar la condición de vida integral. Entendimos que había millones de kilos de alimentos desorganizados y una problemática estructural del sector quintero", relata Levaggi.

En su mayoría son familias que alquilan la tierra, producen en condiciones muy malas para su propia salud, tienen viviendas precarias, no son dueñas ni de la maquinaria y deben afrontar costos muy importantes. Puntualmente, Levaggi detalla: "Es muy caro el alquiler del tractor, altísimos los costos de producción en base a agroquímicos y semillas importadas: todo dólar". Estaban "presos de un modelo de producción".

Se organizan por asambleas, cooperativas por zona. Cada cual tiene sus delegados, sus tesoreros. "Así empezamos a luchar: logramos un acampe, un tractor, después un vehículo, vamos luchando, creciendo, avanzando", relata Levaggi. 

Comercialización

La UTT calcula que hay —en promedio— un 400 % de diferencia entre lo que paga el consumidor y lo que recibe el quintero. ¿Las causas? Que en el medio pasa por muchas manos y la alta concentración en el sector de comercialización. "Existe un mercado fuerte que maneja todo el proceso, domina los precios e incluso termina influyendo qué se produce y qué no", dice a RT Juan Pablo Della Villa, encargado de la secretaría de comercialización.

A partir de ese diagnóstico, cuenta, empezaron a construir una alternativa. "La estrategia es corrernos de la estructura que plantea el mercado tradicional y construir nuestros propios canales", explica. 

Para muchas familias de la ciudad de Buenos Aires, la UTT se ha ido volviendo conocida por acercarles frutas y verduras a precios razonables en un contexto de inflación galopante, devaluación y mucha inestabilidad al momento de planear la economía familiar. Acceden a la porción de alimentos que la organización va logrando que sus quinteros dediquen a la producción agroecológica a través de almacenes (atención al público) o 'nodos' (espacios de venta organizadas por vecinos). Son espacios barriales: familias o individuos que se organizan para hacer pedidos más grandes a la organización y luego distribuirlos.

En síntesis, los quinteros de la UTT producen una porción de sus tierras de forma agroecológica, la organización aporta su logística propia (camiones o camionetas) y así llegan semanalmente frutas, verduras y otros productos de todo el país (como yerba o leña en función de convenios con cooperativas del interior) a las casas de vecinos y vecinas. 

El precio es fijo por temporada. "No sujetamos el precio de la verdura a una cuestión de oferta y demanda, sino que la idea es que se calculen en función de los costos de producción y que sean estables. En situaciones de crisis como ahora es un poco más difícil pero en situaciones normales es más simple", detalla. 

Además, persiguen un "precio justo" en el campo, es decir, pagar lo que corresponde por temporada, cantidad de tiempo y la inversión que requiere cada variedad. Así, calculan un punto medio a lo que ofrece el mercado por cada variedad de fruta o verdura. 

Historia: de los acampes a los verdurazos

Hubo algunos hitos a lo largo de la historia de la organización que Levaggi recuerda como claves. Entre ellos, el acampe en las tierras del Parque Pereyra Iraola en 2013. En aquel entonces, el comunicado decía: "Remarcamos nuestro derecho primario, y el de todos los pequeños productores, trabajadores rurales y campesinos a una tierra en la que vivir y producir (...) y ante la existencia de tierras abandonadas, en las que se tira basura y no cumplen ninguna función social, realizamos esta acción". 

Al año siguiente pusieron 20 carpas al costado de la autopista Buenos Aires-La Plata. Ya en 2015 fueron por más: "Frente al incumplimiento del Ministerio de Agricultura de la Nación 200 Familias decidieron ocupar pacíficamente, de manera simultánea, tierras en Jáuregui y Campana", informaron entonces. 

Desde ese año empezaron a estimular la producción agroecológica. "Es un modo de descalzarse del dólar y producir más liberado", explica Levaggi. Dejan de depender de la semilla importada y de los agroquímicos. Además, también está el tema de la salud. "Hay índices altísimos de enfermedades de compañeros y compañeras por los agrotóxicos: enfermedad en la piel, respiración, incluso muertes, todas tapadas por el sistema de salud", explica.

Uno de los modos de fomentar esta forma de producir es la formación. En la organización funciona un 'Consultorio Técnico Popular' (COTEPO) en el que campesinos y campesinas forman a otros. "Estamos convencidos de que la dirigencia tiene que ser de campesinos y no de ingenieros. Además, siempre se escucha más a otro que está laburando al lado tuyo", describe.

El 'otro' campo

"En el 2016, con la asunción de Mauricio Macri entendimos que cambiaba la correlación de fuerzas. Sabemos que el tema de la lucha por la tierra no está instalado y que hablar de 'reforma agraria' suena a mala palabra: teníamos que ganarnos el apoyo de la sociedad, que nuestro proyecto sea del pueblo", relata Levaggi.

La primera medida fue un paro quintero (a principios de 2016), pero después hicieron cierta autocrítica: al parar el abastecimiento (no salía verdura del sector) hubo falta de oferta y los precios subieron. Entonces, "el que tenía plata podía comprar y el que no tenía guita quizá no accedió al alimento", cuenta.

Además, entonces estaba fresco el 'conflicto del campo', que se dio durante el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en el que el enfrentamiento entre algunas federaciones patronales y el Gobierno Nacional provocó escenas explícitas de derroche. En el recuerdo popular quedó marcado a fuego la imagen de camiones tirando leche al costado de la ruta con tal de no venderla. "Eso no", dice Levaggi que siempre tuvieron claro. 

Desde entonces cambiaron el método de lucha y es algo que Levaggi no se cansa de repetir: el alimento como poder. El primer 'verdurazo' fue en septiembre de 2016, mientras el presidente argentino organizaba su 'Mini Davos', un foro empresarial en Buenos Aires. Entregaron alrededor de 20 toneladas de verduras. "Esa fue una de las primeras grandes fotos del macrismo —define Levaggi—: la pantalla en la tele dividida entre el encuentro y, a unas cuadras, miles de personas manoteando verduras".

Después vinieron otros verdurazos, alimentazos, yerbatazos. En 2018 hicieron todo eso durante la inauguración de La Rural, la exposición anual de ganadería, agricultura e industria organizada principalmente por la Sociedad Rural Argentina. Afuera, mientras la UTT entregaba alimentos, un bandera, contundente decía: 'Somos el otro campo y la estamos pasando mal'.

En febrero de este año una fotografía se viralizó: era la de una abuela recogiendo berenjenas en Constitución rodeada de policías.

Ese día la UTT había intentado organizar un feriazo (venta directa de productores), pero la Policía reprimió. Ese hecho les valió el apoyo de gran parte de la sociedad. "Salieron a bancarnos explícitamente", recuerda Levaggi. Unas semanas después lograron hacer un verdurazo. La consigna fue clara: palos o lechugas.

En mayo fueron por más: organizaron un 'foro por un programa agrario, soberano y popular'. En 23 comisiones debatieron todos los temas que atañen al sector con tres ejes: soberanía alimentaria, tierra como territorio y hábitat, y la construcción de un modelo productivo no extractivista

También —resalta Levaggi— como organización en determinado momento se pusieron a pensar "cómo transformar la demanda propia en una propuesta de política pública". Para eso presentaron un proyecto de ley que todavía no se trató: piden que exista un crédito blando (con interés subsidiado) para que los pequeños productores puedan acceder a la tierra. 

La charla con Nahuel va llegado a su fin porque a pocos metros empieza un encuentro de mujeres y plantas medicinales. Carolina toma la palabra: "Soy una mujer quintera. Alquilo mi quinta, trato de trabajar con la agroecología. Fui una mujer no valorada, humillada. Ahora, las mujeres quinteras nos empezamos a valorar".

Julia Muriel Dominzain

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