Es profundamente satisfactorio para una cadena integral de comunicación que personalidades de carácter mundial, medios de información y la opinión pública se manifiesten destacando su actividad en dicho sector. Igualmente, si corresponde a organizaciones mediáticas que se encuentran en oposición permanente a una línea editorial que no les satisface debido a su carácter crítico analítico. Y ello es un derecho innegable que se encuentra en el marco de la discusión ideológica y que hay que entender como parte de la contradicción mediática.
Es el reciente caso de Vanity Fair (VF), donde en un artículo titulado “12 horas viendo la televisión española de Putin: ¿Nos bombardeará Estados Unidos?, se menciona a Actualidad RT.
Como se sabe, VF es caracterizada como una revista de moda, política y cultura, publicada mensualmente en varios idiomas y perteneciente a Conde Nast Publications con sedes en Nueva York, Milán, Tokio, Paris, Londres, México, siendo propiedad de ciudadanos estadounidenses. En esencia, es una revista de farándula cuya visión se sustenta en la diferenciación social y política, estimulando una concepción elitista lo que la convierte en una revista que combina una visión ideológica contraria a toda posición soberana con el agigantamiento de la nada social, es decir, la exposición de situaciones que escapan a la reflexión donde el chisme es la principal fuente (romances, noviazgos, otros). No obstante, es leída por un público amplio y llega a múltiples hogares ratificando su visión particular.
Obviamente las diferencias entre esta revista y una prensa especializada en el acontecer cultural es inmensa, especialmente cuando se posee una cosmovisión que promueve la paz y la humanización, el respeto a la legalidad internacional y el diálogo como herramienta para concertar el mundo ante posiciones extremas que ocultan la verdad.
En este sentido, el escrito es un listado de hechos supuestos, rebosando una enemistad manifiesta hacia todo proyecto soberana y de denuncia donde se indique con claridad lo que sucede: la antipatía hacia lo cubano, venezolano, argentino, brasileño, por mencionar algunos, supera la información contrastada y se interna en el insulto artificioso.
Otro ejemplo es el artículo sobre Vladimir Putin indicando las 27 extravagancias que ha hecho “para presumir”, entre ellas, viajar en un batiscafo “para imitar a Jacques Cousteau”, acariciar un caballo con el torso desnudo, practicar artes marciales, abrazar un koala, lo que indica un nivel de racionalidad mínimo ligado a la superficialidad como herramienta para ver el mundo, demostrando su oposición a la ciencia y la academia que impulsan el conocimiento sustentado en la interpretación lógica. Es decir, hacer cosas normales se convierte para la revista en situaciones excepcionales dependiendo del personaje. Según la interpretación tomar un mapa mundo significa que el personaje lo quiere sólo para sí: “Sujetar la bola del mundo soñando que es suyo”, o servir el té a una niña es visto como un acto inusual en las personas.
En segundo lugar, la fundamentación es prácticamente inexistente. No se aporta ningún soporte investigativo, documental o análisis, para corroborar lo dicho. En su defecto, se plantean frases subjetivamente intencionadas que falsean la realidad: tal es el caso de Siria donde se define el conflicto que ocurre actualmente como guerra civil cuando se ha confirmado que es un ataque decidido de las potencias para apoderarse de esa región y que el Estado Islámico fue creado con dicho fin. Mostrar lo que no es parece ser una función muy persistente.
En tercer lugar, la revista se plantea como apolítica, neutral, imparcial, cuando en efecto gran parte de su contenido se dirige a contrarrestar la información autónoma y, específicamente, la emitida por RT. Es decir, es parcial, no independiente, con un contenido destinado a defender el mercado en toda su extensión. Lo transparente sería definir públicamente sus intereses ligados al gran capital.
Al respecto, es preciso mencionar que el Secretario de Estado, John Kerry, ha cuestionado en diversas oportunidades al canal lo que indica su alto grado de importancia. Si fuese lo contrario, no habría mención alguna. Es más, actualmente se conoce que las agencias de inteligencia están hondamente preocupadas por el efecto que provoca y, debido a ello, se está estructurando una estrategia masiva de propaganda en ruso con el fin de llegar a un público que no presta atención a su publicidad.
Si se compara la arquitectura ideológica mediática de CNN, con una cobertura mundial presentada por la televisión en más de ciento cincuenta países, como un canal normal que se ve en la pantalla permanentemente y sin necesidad de contrato (similar a las cadenas nacionales), la diferencia es inmensa y no tendría que existir inquietud alguna. RT es en términos proporcionales pequeña y reciente frente a esa colosal estructura informativa; lo decepcionante para las autoridades neocoloniales es que alguien tenga la osadía de levantar la voz y contradecir, especialmente empleando argumentación y no frases insostenibles basadas en un titular o cliché sin fundamentar de modo documentado la realidad. La realidad es que ya se posee una audiencia que crece significativamente aunque no amenaza el espectro de CNN.
En este sentido, es coherente agradecer la publicidad gratuita realizada por la prensa occidental y de VF, la que incrementa televidentes y lectores que incluso desconocían la cadena RT, además de reconocer su influencia cada vez mayor en diferentes públicos en el planeta. Así planteado supera el enfrentamiento basado en el insulto, el odio o simplemente la envidia al verse superado por un medio tan pequeño comparativamente, el cual avanza ostensiblemente. No sobra, entonces, agradecer que hasta una revista de modas internacional esté tan preocupada de la información que emite dicho canal.
Ahora que Latinoamérica ha incrementado su espectro televisivo analítico y crítico con emisiones del canal ruso, lo ideal es que la diferencia ideológica sea expuesta en un espacio de comunicación donde la fundamentación sea el criterio para trabajar sobre la verdad de los hechos, superando el agravio, la desinformación, la hipocresía y, en síntesis, aquellos elementos que impiden humanizar este mundo el cual requiere una nueva cosmovisión para edificar equicracia.