Los logros peronistas (y los preocupantes traspiés) un año después de volver al poder en Argentina
Hace un año, Alberto Fernández asumió la Presidencia de Argentina con la promesa de reparar la catástrofe que le dejó su antecesor, Mauricio Macri, el líder conservador que incumplió todas sus promesas de campaña y a quien le bastaron cuatro años para dejar a un país sumido en una profunda crisis económica, con recesión, mayor pobreza, devaluación, inflación y deuda récords.
Ese 10 de diciembre de 2019, parecía difícil que la situación de las y los argentinos pudiera empeorar, pero tres meses después llegó la pandemia que, al igual que ocurrió en el resto del mundo, agravó las condiciones de vida. El panorama se volvió todavía más sombrío.
Los resultados son concretos. Las últimas cifras oficiales que el estatal Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) dio a conocer en septiembre pasado revelaron que durante el primer semestre de 2020, es decir, el primer semestre de gobierno de Fernández, la pobreza creció del 35,5 % que dejó Macri, al 40,9 %.
Para el cierre del año se prevé que la cifra será mayor, como ya lo anticipó la semana pasada la Universidad Católica Argentina (UCA) que, con base en estudios propios, estima que la pobreza ya alcanza al 44,5 % de la población.
En los primeros meses de la pandemia, Fernández se destacó como uno de los líderes latinoamericanos que mejor manejó la crisis sanitaria. A diferencia de otros presidentes, jamás minimizó al coronavirus, decretó una cuarentena estricta, cerró fronteras y negoció y consiguió el apoyo de la oposición. En un país asolado hace tantos años por la polarización, las imágenes de un presidente respaldado por políticos que no eran de su partido sorprendieron para bien.
Como era obvio, su popularidad se disparó, pero la luna de miel duró poco. Con el paso de los meses, la pandemia generó un hartazgo social que fue incitado en gran parte por la prensa opositora. Desde el principio, no hubo nada que satisficiera a los antiperonistas. Las marchas contra la cuarentena, que en realidad eran contra el gobierno, fueron presentadas una y otra vez como una épica a favor de una libertad que jamás estuvo en riesgo.
Desde entonces, cualquier movilización contra el peronismo logra una sobrerrepresentación mediática. Basta criticar, e incluso insultar al presidente o al gobierno en general, para convertirse en estrella mediática emergente. Para hacer creer que la mayoría de la población piensa que el gobierno es un desastre.
Deudas
Una de las principales pruebas del desgaste de Fernández fue la reaparición pública de Macri, quien radicalizó su papel opositor.
Haciendo gala de la amnesia (y cinismo) que suele padecer la clase política, como si jamás hubiera gobernado, como si no tuviera que rendir cuentas por el fracaso de su gestión, el expresidente comenzó a defenestrar a su sucesor, alertó de inexistentes peligros a la democracia y especuló con que, de haber ganado la reelección, él hubiera manejado mejor la crisis por el covid.
Con la pandemia encima, y contra los pronósticos más pesimistas, que en el caso de la oposición más bien eran expresión de deseos, el gobierno logró reestructurar la deuda externa con los acreedores privados por un monto de 66.000 millones de dólares. La tensa renegociación, que estuvo plagada de idas y vueltas, de vaticinios de cesación de pagos y en la que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, llegó a intervenir en favor de la Argentina, culminó en agosto. Fue un alivio. El éxito de la gestión consolidó la valoración positiva del ministro de Economía, Martín Guzmán.
Para entonces, el gobierno hacía malabares para continuar con las prestaciones sociales de emergencia que diseñó para paliar, en la medida de lo posible, el impacto social de la crisis sanitaria.
En aras de cumplir con sus promesas de justicia social, el presidente sorprendió a principios de septiembre al establecer por decreto un inédito cupo para que por lo menos el 1 % de los puestos en la administración pública sean ocupados por personas travestis, transexuales o transgénero.
También por decreto, el presidente legalizó en noviembre el autocultivo de marihuana con fines medicinales, una añeja demanda de los sectores progresistas que buscan modificar las entumidas políticas de drogas y dejar de criminalizar a los usuarios.
Pero la gran apuesta es la legalización del aborto que está en plena discusión en el Congreso y que fue una de las principales promesas de campaña de Fernández. Salvo cambios de posiciones de último momento, la iniciativa que se votará este jueves en la Cámara de Diputados tiene los votos necesarios para ser aprobada. El desafío principal será el Senado.
Si el proyecto se aprueba, Fernández pasará a la historia como un presidente que impulsó la ampliación de un derecho tan resistido. No sería poca cosa para un año de gobierno y en medio de una pandemia.
Bochornos
Fernández es un caso único de un presidente elegido por su vicepresidenta, ya que fue candidato gracias a que Cristina Fernández de Kirchner cedió ese puesto porque era la única manera de que el peronismo retornara al poder.
La jugada fue efectiva, aun con las permanentes dudas de quién ejercería el poder. Más allá de especulaciones, en las últimas semanas lo que sí demostraron ambos es un distanciamiento social, y no precisamente por la pandemia, ya que no suelen hablar ni siquiera por teléfono, y político, ya que cada vez son más evidentes las contradicciones entre ambos.
Una muestra fue la modificación que Fernández de Kirchner promovió a la fórmula de las jubilaciones que el presidente había enviado al Congreso. O la carta en la que ella, la política más poderosa de Argentina, criticó públicamente a parte del gabinete.
Hasta dónde puede llegar esta tensión entre ambos líderes todavía es un misterio. De lo que ya no hay dudas es de que en el gobierno hay un desmanejo que quedó expuesto, como no había ocurrido a lo largo de este año, en el velorio de Diego Armando Maradona, que estuvo marcado por la desorganización y la violencia.
El gobierno nacional intentó culpar de la represión al gobierno de la Ciudad, pero se olvidó de responsabilizarse del fallido operativo que permitió que los barrabravas entraran por la fuerza a la Casa Rosada. ¿Quién pensó que era buena idea que el presidente intentara calmar a la multitud desde las rejas y con un megáfono? ¿Por qué se puso o lo pusieron en riesgo? ¿Quién es el responsable de tan penosa imagen?
Tan lamentable como el papel que viene jugando Fabiola Yáñez, la pareja del presidente que ejerce el cargo de primera dama a la vieja usanza, usando a niños pobres para que posen en fotos en las que ella es la estrella benefactora y presumiendo gestiones que le corresponderían más bien a funcionarios del gabinete.
O como la campaña de autopromoción que lleva a cabo el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, que cada tanto publica videos publicitarios en los que refuerza un discurso conservador y de mano dura que poco y nada tiene que ver con lo que el peronismo ofreció en la campaña, que se asemeja más al macrismo, y en las que juega a ser una especie de Rambo que desata críticas y burlas por igual.
Falta ver si en los tres años de gobierno que le restan a Fernández se resuelven estas falencias. O si, en la siempre impredecible Argentina, aparecen otras.
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