Carnicería a lа brasileña: ¿por qué se exterminan los dos mayores clanes criminales del país?
Desde el octubre del año pasado las cárceles brasileñas se han convertido en campo de una batalla sangrienta entre presos que hasta ahora se ha cobrado alrededor de 150 vidas. El estallido de la violencia está relacionado con una guerra que empezó recientemente entre los dos mayores clanes criminales locales. El portal Lenta.ru ha tratado de entender qué motivó a estos grupos que convivieron durante décadas a tomar las armas.
Primeiro Comando da Capital: su casa es la prisión
Primeiro Comando da Capital (PCC, Primero Comando de la Capital, en español) es considerado el mayor sindicato criminal de Brasil. Aproximadamente la mitad de sus 130.000 miembros activos están actualmente entre rejas. La banda fue fundada por ocho reos que sobrevivieron después de la supresión de la mayor rebelión en la historia del país en la cárcel de Carandiru (estado de São Paulo) en octubre de 1992, que se cobró la vida de 111 presos. Ese evento tuvo un papel importante en la formación de la ideología del grupo.
A principios de 1993 en una reunión los líderes de la organización criminal acordaron que el PCC necesitaba proyectar una imagen positiva. Desde entonces el clan se presenta como un sindicato que protege los derechos de los presos y actúa para mitigar las condiciones de su detención. Los centros correccionales se convirtieron en una especie de universidad para los criminales jóvenes, donde el clan les ofrecía protección, asistencia y buenas condiciones de reclusión, con visitas de prostitutas incluidas. Totas estas atractivas ventajas atraían a muchos nuevos miembros a las filas del PCC.
En 2006 PCC empezó una verdadera guerra en el estado de São Paulo y varias regiones vecinas. Los presos se amotinaron casi simultáneamente en 80 prisiones, mientras que los integrantes del grupo que estaban en libertad atacaron comisarias, mataron a más de 50 policías y quemaron 70 autobuses municipales.
De acuerdo con los expertos, este grupo se dedica a una multitud de actividades criminales, como tráfico de drogas, asesinato, fraude, proxenetismo, tráfico de armas, extorsión, lavado de dinero, contrabando, secuestro y trata de seres humanos, organización de casinos clandestinos, por citar solo unas cuantas.
El grupo rival
Comando Vermelho (Equipo Rojo) se fundó en 1969 en la prisión Cândido-Mendes de la isla de Ilha Grande, en el estado de Río de Janeiro. El grupo criminal lo formaron tanto criminales como presos políticos que luchaban contra la dictadura militar en Brasil. Comando Vermelho fue activo en la ciudad más grande del país, Río de Janeiro, y en su apogeo en los años 2000 controlaba más de la mitad del sector ilegal de la economía de la megalópolis carioca.
En 2008, las autoridades lograron desactivar algunas de sus células, lo que dio lugar a rumores sobre la desaparición de la organización que, sin embargo, resultaron no ser ciertos. Para hacer revivir el clan sus líderes empezaron a grabar y divulgar canciones del género 'funk' cuyas letras idealizaban el mundo criminal para atraer a los jóvenes a sus filas. Así fue como se insufló un segundo aliento a la banda.
El Comando Vermelho no tiene una jerarquía rígida, y sus células y ramas se encuentran dispersas no solo por todo Brasil, sino también por el extranjero, en Paraguay, Bolivia, Perú y Venezuela. Además, el Equipo Rojo ha forjado una alianza con el influyente grupo Família do Norte, que controla el negocio criminal en el estado de Amazonas, en el noroeste del país.
A través de un extenso sistema de sucursales y oficinas de representación de relaciones exteriores y públicas, el grupo participa con éxito en el contrabando de armas y drogas, en el lavado de dinero, e incluso hace negocio organizando disturbios en diferentes países de la región.
La manzana de la discordia
Durante dos décadas, la relación entre los dos clanes criminales fue constructiva y a veces incluso cooperativa. De acuerdo con el servicio secreto de Brasil, los primeros signos de conflicto se detectaron en 2014. La rama regional del Comando Vermelho se sintió indignada cuando sus competidores entraron en su territorio y hundieron los precios de los 'servicios'.
El punto de no retorno se alcanzó en el otoño de 2016, cuando por los canales de las prisiones se distribuyeron copias de una carta escrita a mano por el líder de PCC, Marcos Camacho, con una declaración de guerra. Los expertos creen que las bandas no estaban de acuerdo en varias cuestiones claves. En particular, en el tráfico de drogas, el contrabando de armas y el control de las cárceles del país.
Crónica de las sangrientas batallas
Todo empezó el 16 de octubre del año pasado, cuando miembros del PCC asesinaron a 25 miembros del Comando Vermelho en la cárcel de Monte Cristo, en el estado de Roraima. Unas hora más tarde en la cárcel de Porto Velho los 'rojos' quemaron vivos a ocho prisioneros del PCC.
Este año la guerra entre los clanes criminales ha alcanzado un nuevo nivel. El 1 de enero en la cárcel de Anis Jobim, en Manaos, capital del estado de Amazonas, comenzó una serie de masacres. Los reos se enfrentaron con guardias y tomaron como rehenes a 12 empleados de la institución correccional. Sin embargo, el propósito de los rebeldes eran sus rivales criminales. Los instigadores de la rebelión eran integrantes del Comando Vermelho y Familia do Norte que atacaron a miembros del PCC.
La batalla duró 17 horas. Seis personas fueron decapitadas y sus cadáveres tirados por encima del muro de la prisión. En total fueron asesinadas 56 personas, muchas de ellas golpeadas hasta la muerte. Sin embargo, los atacantes también poseían armas de fuego. "La guerra acaba de comenzar", se apresuró a declarar Comando Vermelho en su nueva canción 'funk'.
La respuesta del PCC no se hizo esperar y el 6 de enero el grupo organizó un motín en la prisión de Monte Cristo. Esta vez la matanza duró poco: en tan solo una hora fueron asesinados 33 miembros del Comando Vermelho. La violencia también fue acompañada por decapitaciones, desmembramientos y extracción de los órganos de las víctimas.
Una semana más tarde, el 14 de enero, en la siguiente gran masacre en la prisión Alcaçuz en Río Grande del Norte, murieron 26 prisioneros. Casi todas las víctimas fueron decapitadas, las partes de los cuerpos fueron esparcidos por toda la colonia y algunos prisioneros fueron quemados vivos. La masacre duró 14 horas.
Rebeliones de menos gravedad también fueron registradas en numerosas cárceles de Manaos.
El silencio de las autoridades
Mientras tanto, la sociedad internacional está conmocionada por lo que está sucediendo en Brasil, y en particular por los resultados de varias investigaciones, durante las cuales se hizo evidente que la gestión de muchas instituciones correccionales está hundida en la corrupción. A cambio de dinero sería posible entrar cualquier cosa al territorio de la cárcel: armas de fuego y armas blancas, alcohol, drogas, teléfonos celulares, etc. Por un gran soborno las autoridades de la cárcel cierran los ojos ante la fuga de un reo o incluso ayudan en su organización.
Las autoridades brasileñas, por su parte, reaccionaron con el anuncio de una reforma del sistema penitenciario del país que incluye la construcción de cinco nuevas cárceles para fines especiales y la contratación de cerca de 6.000 guardias. Actualmente Brasil cuenta con más de 620.000 prisioneros, una cifra que casi dobla la capacidad de sus cárceles, de manera que la construcción de cinco nuevos complejos no va a resolver el problema.
El presidente del Movimiento Nacional de Derechos Humanos, Ariel Castro, cree que las bandas criminales que controlan las prisiones no se detendrán. "Ellos están luchando no solo por el control de los canales de tráfico de drogas y el comercio de armas. Les guía la lógica de la venganza. Hay un peligro real de que la guerra entre bandas se extienda a todas las prisiones brasileñas", predijo.