La desdolarización como exigencia en un mundo multipolar

Carmen Parejo Rendón

Si hay un debate que se ha ido intensificando durante los últimos años ha sido el de la desdolarización. Reducir la dependencia del dólar estadounidense en las transacciones económicas, comerciales, financieras o como moneda de reserva a nivel internacional se ha convertido en una de las prioridades de un mundo multipolar que está en ascenso.

El uso perverso que EE.UU. ha ejercido a través de su moneda para imponerse a nivel mundial entra en colisión directa con un escenario económico donde emergen nuevas potencias, y un escenario político en el que el Sur Global reclama un sistema financiero que garantice su soberanía política y su derecho al desarrollo. Más allá de lo deseable, ¿es este cambio posible?

El sistema Bretton Woods (1944) consolidó a la moneda estadounidense como la divisa de intercambio internacional y, aunque este sistema colapsó en el año 1971, consiguió sobrevivir gracias al soporte que le propiciaron distintos factores.

En primer lugar, el rol de las instituciones creadas bajo ese sistema. Como el Fondo Monetario Internacional (FMI) una arquitectura financiera consolidada que ha podido sostener la fantasía en la que se fraguó el poder del dólar tras el colapso de Bretton Woods.

El Sur Global reclama un sistema financiero que garantice su soberanía política y su derecho al desarrollo.

Sin embargo, observamos como en la actualidad se produce el ascenso de nuevas instituciones financieras como el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) de los BRICS o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), que se presentan como alternativas al FMI, sobre todo para los países en desarrollo; y que, además, gozan de una mayor credibilidad y confiabilidad, ya que no imponen las medidas de austeridad que sí lleva a cabo el Fondo Monetario Internacional y que, tradicionalmente, han beneficiado a EE.UU. y Europa en detrimento de estas naciones, tanto a nivel económico como de soberanía política.

En segundo lugar, la fortaleza económica interna de EE.UU. y su posición internacional de liderazgo militar y geopolítico que, unido a los acuerdos que se desarrollaron aprovechando esta situación, también han favorecido el liderazgo de esta moneda de intercambio. Destacando en ese sentido el acuerdo de 1974 con Arabia Saudita que dio paso a la consolidación del petrodólar. Fortaleciendo con ello la demanda global del dólar como moneda de intercambio en el comercio energético.  

La situación interna en los EE.UU. es en la actualidad delicada. La deuda estadounidense ha ido creciendo en los últimos años. En este contexto, el dólar cumple el rol de moneda de intercambio y reserva internacional. Si este sistema cae, EE.UU. se vería en serios problemas en relación con su deuda interna.

A su vez, las relaciones entre EE.UU. y Arabia Saudita también han variado en los últimos años. Tras el fracaso de la guerra por delegación en Yemen y los cambios que se han producido en el escenario internacional, hemos visto como este país ha tratado de reducir su dependencia histórica de Washington. Los acuerdos por los cuales los sauditas garantizaban el dominio del dólar a cambio de protección cada vez parecen tener menos sentido.

En esa dirección, podemos observar el fortalecimiento de las relaciones con China. Siendo clave el rol político desempeñado por esta nación asiática como intermediaria para la reanudación de las relaciones diplomáticas entre el país arábico y la República Islámica de Irán. Una vuelta a las relaciones fundamental no solo para el desarrollo económico o comercial, sino también para favorecer escenarios de paz en la región y de diálogo dentro del mundo musulmán. A su vez, Arabia Saudita ha considerado el pago en yuanes para las ventas de petróleo a China y, además, se unió oficialmente al grupo BRICS en enero de 2024. Por otra parte, aunque el dólar sigue siendo dominante en las reservas internacionales sauditas, este país ha incrementado sus inversiones en otras monedas o activos, como el yuan o el oro.    

En tercer lugar, si el dólar sobrevivió al colapso de Bretton Woods fue sobre todo porque no se desarrolló ninguna alternativa viable al modelo existente. En ese sentido, podemos asegurar que el escenario actual es muy diferente.

Búmeran de las sanciones

Desde una perspectiva económica, las medidas coercitivas unilaterales (mal llamadas sanciones) o el robo de activos en el extranjero, promovidos por EE.UU. y sus aliados contra distintas potencias exportadoras como Rusia, Venezuela o Irán, han favorecido la búsqueda de alternativas al dólar para evitar las represalias financieras y la dependencia económica y política de EE.UU. Paradójicamente, en el intento por evitar la pérdida de hegemonía estadounidense parece que están promoviendo el efecto contrario y consolidando nuevas estructuras para los intercambios comerciales a nivel internacional.

Las medidas coercitivas unilaterales o el robo de activos en el extranjero, promovidos por EE.UU. y sus aliados contra distintas potencias exportadoras como Rusia, Venezuela o Irán, han favorecido la búsqueda de alternativas al dólar para evitar las represalias financieras.

En ese sentido vemos cómo se han desarrollado estrategias concretas de desdolarización, como el aumento del comercio en monedas locales, donde se destacan Rusia y China que han promovido el uso del yuan y el rublo en sus acuerdos comerciales bilaterales. Y a su vez, la tendencia creciente a la diversificación de las reservas internacionales de distintas naciones, desde Arabia Saudita hasta Turquía, India, Irán, Brasil o Sudáfrica. Sobre todo, a través del aumento de las reservas de oro como alternativa más confiable que el dólar estadounidense.

El desarrollo del bloque BRICS, así como distintas alianzas de integración económica regionales también consolidan una tendencia clara hacia la desconexión con el dólar. Sin embargo, debemos comprender que la desdolarización, aunque con los datos actuales se presente como una tendencia inevitable, conllevará a su vez consolidar una alternativa: un sistema financiero para un mundo multipolar. Un camino que recién se inicia, pero que será clave durante los próximos años.